martes, 13 de abril de 2010

Fuerza Bruta: Teatro Griego



Los Dioses se han tomado un descanzo del cielo para arrojarse a la tierra. Es que las musas visitaron la Recoleta y un semi pueblo hizo catarsis con el sufriemiento de un héroe posmoderno. Nada del otro mundo.

Sucede que Fuerza Bruta, escisión de De La Guarda, antes Organización Negra, se presenta una vez más en la sala Villa Villa y despliega la batería de recursos audiovisuales-corpóreos que tanto caracterizan al teatro de alto impacto, pero con una sutileza desbordante y una precisión poética.
Sería irrespetuoso intententar transmitir con las palabras lo que sucede en esa experiencia del cuerpo y el espíritu que acaece en el lapso de una hora. En realidad, todo lo que sucede ahí es una anulación constante del decir a través del lenguaje.

Así como no se puede explicar lo que se experimenta, seguramente sea difícil para el que lo inventa llevarlo a cabo sin estar directamente con las manos en el hacer, hacer haciendo.
Se puede hablar del impacto, de la dominación sobre el espectador, de la descentralización de la narrativa, de la danza y el circo, pero Fuerza Bruta es ante todo experiencia.

Cuando se está ante el vacío, la muerte nos mira omnipresente. Ante la danza, el cuerpo nos mira de frente. Frente a la música, los ojos de la vibración se posan desde dentro. Porque para que haya experiencia tiene que haber mirada y en Fuerza Bruta la mirada es múltiple. Es un espectáculo que mira a todos y me mira a mi y al otro y una vez más a todos a un tiempo. Porque cuando las sirenas saludan desde detrás del vinil empapado de agua como el suspiro de Eurídice que descompone a Orfeo en una mirada amorosa que desvanece a su amada, nosotros somos Eurídice y Orfeo a la vez. Somos mirados y mirada, encantadores y encantados.

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